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Ciberbullying y lo privado-público

  • Foto del escritor: Milagros García
    Milagros García
  • 22 jul 2018
  • 2 Min. de lectura


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El dedo señalador es maltrato cuando no media el consenso. Si nos centramos en los actores mediáticos que pasan por la alfombra de Marcelo Tinelli y los programas de espectáculos circundantes como el que conduce Jorge Rial, sí hay un contrato implícito (o quizás más explícito que lo que se cree) donde se habilitan los insultos, el mal humor, la crítica dañina, el conventillo entre ellos. Sería ingenuo pensar que los participantes de Showmatch son simplemente eso: participantes. El escándalo forma parte de sus guiones, de la vida del programa, que a su vez alimenta a otros programas. El problema está cuando esa “crítica”, en el mal sentido de la palabra, trasciende del reality show y el espectador toma el lugar de un participante o jurado más, de un miembro activo del círculo mediático pero en Internet.


Al menos en Argentina una está acostumbrada a que muchos de los programas que se emiten por la tarde sean sobre chismes, donde se apela a la complicidad con el destinatario; es un trato mucho más cercano. Sin embargo el rol de quien critica queda cercenado al interior del televisor, mientras el espectador está relegado al papel de quien mira y no dice nada. Esto cambia en las redes sociales donde uno se vuelve un co-enunciador más.


Entre fines de junio y principios de este mes, Morena Rial terminó con su novio Facundo Ambrosioni, se peleó con su padre y con la novia de éste, habría intentado suicidarse, estuvo internada por úlcera estomacal sangrante y hace unos días volvió con su ex. Desde el lunes que retornó a las redes sociales para seguir promocionando su emprendimiento de cremas y técnicas no invasivas de belleza. Pero las burlas no tardaron en llegar, materializadas en memes y comentarios que hicieron que More optase por restringir quién podía o no comentar ciertas publicaciones. El minuto a minuto fue tratado en televisión y distintos portales de Internet.


Es frecuente ver que muchas personas, que detestan a ciertos famosos, depositen su descargo en los familiares de éstos, familiares que ni siquiera han “trabajado” como tal en los medios pero que la ligan igual. Ocurrió con la hija de dos años de Francisco Delgado en agosto del año pasado, en el que un grupo de Facebook invitaba a sus miembros a hacer memes con la foto de Elena por tener “poco pelo”.


No falta quien sostenga que el ciberbullying se da naturalmente en Facebook o Twitter por tener miles y miles de seguidores, y que entonces está bien. Quizás sí haya algún personaje que lucre con el morbo, con despertar todo lo contrario a las adhesiones entre sus seguidores.


El vínculo que se construye en la tevé actual da lugar a que el televidente perciba un borramiento de las fronteras de lo íntimo y lo público, del actor y de la persona. Y así es como éste olvida que eso que se mira es un show y cree tener el poder de juzgar la vida privada de esa persona y sus afectos. Es como pensar que una maestra va a estar regañando a sus amigos por cómo se expresan o cómo se portan en un reunión. Cada uno es lo que es, asume cierto rol, dependiendo del contexto en el que esté.

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