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Nuestro suelo no se comparte

  • Foto del escritor: Giselle Olmedo
    Giselle Olmedo
  • 28 nov 2018
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 13 feb 2019

Parece que cuando las cosas salen mal a nivel país,hay que adjudicarle la culpa a alguien. La gente que se maneja en el ámbito de la política y el poder entiende de esto, y a veces elige una filosofía de vida propia de quien quiere lavarse las manos del daño hecho. 


En Argentina pasa lo que en otros lugares del mundo cuando hay que justificar el por qué del rumbo elegido. Parece que las fronteras no solo sirven para diferenciar la pertenencia a un lugar sino para criminalizar a quienes hay que reconocer como personas ajenas. Estados Unidos es uno de los países en los que se ponen en manos de extranjerxs las causas de todos los males. Y sabemos que cuando hablan de “inmigrantes que vienen a nuestra tierra a hacer todo lo ilegal” no se refieren a personas provenientes de Europa. Cómo duele que en Argentina, siendo parte de esa Latinoamérica estigmatizada como causante de todo el veneno para la tranquilidad social, se repita el discurso de lavarse las manos ensuciando las del resto.


Las movilizaciones hoy son necesarias cuando las políticas del gobierno de turno no acompañan las necesidades y derechos del pueblo. Y resulta que la protesta social culmina casi siempre con detenciones arbitrarias para buscar culpables ante el descontento. Es ahí donde ahora se agrega otro condimento a la ensalada de gente que se supone infringe el orden establecido. Se suman los prejuicios hacia extranjerxs y las razones por las que vinieron al país. En una de las últimas manifestaciones en contra del Presupuesto 2019, cuatro inmigrantes fueron detenidos al azar por estar en las inmediaciones de la manifestación. En cuanto a esto, algunos funcionarios comenzaron a hacer hincapié en la necesidad de reforzar el manejo migratorio y la posibilidad de deportarlos.


Los delitos no tienen nacionalidad porque “el mal” no está en ningún país, en ninguna región. Pero es más sencillo pensar que toda aquella persona que provenga de determinado lugar es sinónimo de peligro. Porque es más fácil eso, que mirar un poco más quiénes vienen a saquearnos los recursos de nuestra tierra. Porque mientras se pone el foco en quienes vienen de las zonas que “engendran el mal”, tenemos al resto de la gente tan civilizada, viva y mafiosa currando con lo que sí puede significar algo para nuestra soberanía. Donald Trump, al cumplir 100 días de su mandato ratificó que “una nación fuerte debe tener fronteras fuertes”. Las de la nuestra parecen estar hechas de papel cuando se trata de defender lo nuestro frente a potencias, pero de prejuicios cuando con una mirada eurocéntrica observamos a quienes tenemos más cerca pero consideramos inferiores.


Nuestro suelo no se comparte, porque nos repetimos hasta el cansancio que vienen a sacarnos el trabajo,aunque la realidad es que escasea para todxs y si alguien que viene de afuera consigue es en las condiciones denigrantes que conocemos, aunque hagamos de cuenta que no existen. Nuestro suelo no se comparte, porque vienen a delinquir, a ser causantes de toda actividad ilícita que se pueda generar en el país, ninguna nuestra y menos de quienes provienen del “primer mundo”.


Nuestro suelo no se comparte, excepto que sea con quienes vienen de los países civilizados que tanta admiración generan, excepto que sea con algún europeo o norteamericano que venga a gestionarnos “sin ningún interés” el rumbo, excepto que sea con el FMI que viene a traernos la única solución posible: hambre y nada para quienes ya no tienen nada.

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