¿Qué pasa en las universidades públicas?
- Giselle Olmedo
- 29 ago 2018
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 13 feb 2019
“No se puede vivir del amor” canta Andrés Calamaro, y por más deseos de ejercer la profesión, cuando los sueldos y el presupuesto no alcanzan, no queda otra que plantarse y luchar. Pisamos la cuarta semana desde el inicio del segundo cuatrimestre y cursar en universidades públicas se torna cada vez más complejo. Es importante resaltar lo principal: los y las docentes no quieren vaciar aulas, ni perder clases, ni perjudicar a quienes vamos a estudiar, pero no hay muchas opciones cuando ponen techos que ahogan y las paritarias parecen un chiste. Si bien para algunas personas, por suerte, es una obviedad, nunca faltan otras que no entienden la vocación de quienes enseñan en escuelas y universidades que anhelan ser cada vez más inclusivas.
Hay dos ejes centrales en el problema. Primero el reclamo por el aumento salarial para los y las docentes. Luego de una reunión para negociar, la propuesta por parte del Ministerio de Educación sigue igual. Ofrecieron un aumento del 15% en tres tramos: un 5% correspondiente a mayo (ya pago), un 5,8% para el mes de agosto que se pagará en septiembre y un 4,2% previsto para septiembre que podrán percibir en octubre. El mismo fue rechazado porque resulta insuficiente ante la inflación que se supone superior a un 30%. Lo que las gremiales docentes exigen es un 30% de aumento salarial con cláusula gatillo, que contemple una actualización en los sueldos para enfrentar la inflación si se incrementa aún más.
A su vez se exige que se normalice el envío de fondos por parte del Gobierno para pagar gastos de funcionamiento. Son 20 las universidades que ya se declararon en emergencia presupuestaria, mientras que hay obras licitadas que están detenidas o ni siquiera comenzaron, y las mismas significan más de $3.000 millones del presupuesto destinado a planes de infraestructura, según informó el Consejo Interuniversitario Nacional.
Sería irónico fingir sorpresa ante las decisiones políticas que implican la desfinanciación, por ende el deterioro, de la educación pública. Vienen de quienes no entienden qué es eso de universidades por todos lados, donde suponen los pobres ni siquiera llegan. Quienes hablan de “caer en la escuela pública” como quien habla de caer en la droga, porque caer nunca tiene una connotación positiva, porque la elección de ese verbo más que azarosa conlleva un significado profundo. Porque además de caer en lo público, tenemos que ver cómo decae por consecuencia de decisiones que toman “con mucho dolor”, con el mismo dolor que les produce excluir, con dolor de cotillón, ningún dolor.
“No se puede vivir del amor” canta Calamaro, y tiene razón. El amor no es un aumento en el salario docente, el amor no pone en marcha las obras que se frenan en universidades que necesitan avanzar para que lo público, lo gratuito, llegue a esos lugares en los que la equidad está ligada a incluir a quienes siempre terminan en la marginalidad, el amor no aumenta el presupuesto frente a la inflación que se come todo, el amor no basta para que la ciencia deje de carecer de las herramientas necesarias para investigar.
“No se puede vivir del amor”, pero tampoco del odio. Y por más cerco mediático, por más hostigamiento a quienes exigen educación pública y de calidad, por más mentiras que reproduzcan los medios hegemónicos para tapar las decisiones que reflejan intenciones, por más odio desparramado de quienes tienen el poder (y quieren sacarnos el poco que nos queda para elegir nuestro futuro) vamos a seguir defendiendo lo que hoy entendemos como propio. El jueves 30 a las 17hs se realizará la Marcha Universitaria desde el Congreso, en defensa de la educación pública. Porque el presente se nos está complicando y sin universidad pública no es posible un futuro que cada vez incluya a más personas.

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