Acá estoy, ¿me escuchás?
- Milagros García
- 19 may 2018
- 3 Min. de lectura

Por Milagros García
Las organizaciones sociales usualmente nacen por problemáticas estructurales de la sociedad, en especial por las crisis económicas y políticas. Estos sectores excluidos del colectivo a veces encuentran lugares de integración que los ayudan a mejorar sus vidas. Y hay una arista de la vida que suele ser olvidada: la comunicación.
En la década de los '90 aparecieron las denominadas "radios truchas" tras años de censura y opresión por parte de la dictadura militar más sanguinaria de la historia de nuestro país. También aparecieron radios de ONGs que querían darse a conocer y captar ayuda de vecinos como donaciones, por ejemplo. Pero lo interesante de estas iniciativas populares y alternativas es que buscaron y buscan visibilizar problemáticas a través de un medio masivo que es mucho menos costoso que montar un estudio de televisión. Y para llevar adelante estas propuestas comunicacionales es necesario que el comunicólogo asuma la responsabilidad.
A veces se puede caer en el error de decir que quienes trabajan con las ONGs, a través de proyectos que involucran la difusión masiva, le dan voz a las personas implicadas. Pero, ¿de qué voz estamos hablando? Los círculos de identificación comparten léxicos, construyen sentidos, leen la experiencia desde su lugar de vivencia. Aquí lo que el trabajador social o el comunicólogo aporta no es nada más ni nada menos que estrategias de escritura. El trabajador no les enseña a leer la vida sino a volcarla por escrito. Al respecto, Jorge Huergo -quien era profesor e investigador- señaló que "Desde el punto de vista cultural, hay una voz, existen unas voces más o menos colectivas, que remiten al complejo cruce entre la memoria popular y el mercado que modela lo popular. Es una voz (o son unas voces) relativamente dialógica. Muchas veces hemos entendido el “diálogo” como el fruto de nuestra intervención, incluso como el evento que se produce en el marco de nuestras “dinámicas” de comunicación popular o comunitaria. Pero el diálogo, en un sentido cultural, trama todo el tiempo la cultura popular".
Desde principios de los '70 se realizaron reuniones auspiciadas por la UNESCO para fomentar Políticas Nacionales de Comunicación (PNC) en toda la región. Durante esta década, las PNC fueron moldeándose hasta llegar a una concepción de la comunicación que estuviese del lado de las organizaciones sin fines de lucro. Se sostuvo el dar respuesta a las necesidades de las mayorías marginadas, el acceso de todos los ciudadanos a los medios de comunicación -masivos e interpersonales-, la participación democrática, la autogestión como forma avanzada de participación en las empresas vinculadas a la comunicación, etc. La Declaración de San José de Costa Rica (1976) entendió la comunicación alternativa como herramienta para la construcción de la democracia. Aún así se tardó casi cuarenta años para que en nuestro país se sancionase una ley de radiodifusión que habilitase un 30% del espectro radioeléctrico para este tipo de organizaciones: Ley 26.522 (2009).
El discurso hegemónico mitifica tantos sentidos que pasa por desapercibido. La construcción de sentido, desde el discurso hegemónico, es el que hace que el sentido común asocie clase popular con una moral y práctica del desorden, lo retrasado y defectuoso. Potenciar la Palabra implica hacerse escuchar a los demás, que las clases populares realcen la voz, que no quede en cuatro paredes, y que sepan afrontar la lucha con el discurso predominante. Dicho discurso busca crear verdades en la sociedad y para hacer esto escucha la voz de las clases populares. Descalifica su voz pero la oye.
A pesar de los intentos por fortalecer la pluralidad de las voces, Luis Beltrán -fue un gran teórico de la comunicación y periodista- advirtió que no se llevaron a cabo por la represión gubernamental que se sufrió en la década de los '70, la debilidad de las democracias y la resistencia de los sectores privados que quieren cooptar todo el mercado. Dicha resistencia continúa vigente aunque las ONGs ahora pueden expresarse con la apertura que brinda Internet. Sin embargo, para que el mensaje llegue a muchísimas personas es necesario contar con recursos suficientes: ya sea para poder realizar publicidades y así mostrarse o asesorarse con personas que tengan experiencia en el campo.
Con lo cual una de las tantas deudas de la democracia es la de impulsar el desarrollo de estos centros de integración desde la comunicación. Quizás el discurso dominante no quiera que los sectores populares tengan voz porque se harían aún más visibles los mecanismos de hostigamiento y exclusión que encierra el capitalismo. Quizás porque mostrarían sin descuido la violencia que trae aparejado, la violencia implícita que es mucho más difícil de captar. Quizás el discurso hegemónico los censure porque sino se movilizaría un gran caudal de gente (y así se forje alguna que otra revolución). Así que quizás lo que les tengan no sea despreocupación, quizás les tengan miedo.
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