Homofobia disfrazada de pasión
- Giselle Olmedo
- 19 may 2018
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 13 feb 2019
Es Argentina un país denominado, en relación con los fanatismos, como apasionado. Desde distintas ramas del arte hasta los deportes, la admiración es un factor que siempre destaca. Y si al mundo del fútbol nos referimos, aún más. En torno a los variados cuadros suelen girar las conversaciones, más allá del desinterés de algunas personas. Sin embargo el folclore del fútbol, entre rivalidades y el fanatismo a flor de piel, parece ser a veces el pie para justificar la violencia como muestra de una parte de este deporte. Y la violencia no es sólo física, sobre todo cuando en este ambiente hay mucho de la palabra puesto en juego por parte de las hinchadas. Los comentarios en relación a los equipos rivales suelen tener un tinte de racismo, machismo, xenofobia y homofobia. Es en los cantos donde se expresan en forma colectiva, ya que son cientos, o miles, arengando por sus jugadores mientras para rebajar a los contrarios y sus hinchadas utilizan insultos que descalifican y dejan mucho que desear, en una sociedad que muchas veces busca proclamarse avanzada. Que si son todos putos, indocumentados, negros de mierda, muertos de hambre o unos violados, como si fuese un chiste el sufrimiento que conlleva un episodio de ese tipo, cualquier variedad de la violencia verbalizada parece justificarse cuando de alentar a sus tan amados equipos se trata. Y sí, a veces la crudeza de esos cantitos populares llevan a poner un límite que frena o suspende partidos por el nivel de intolerancia que sale de la boca de los hinchas, pero por lo bajo y en las muletillas que siempre están presentes para defenestrar al adversario resurgen vestigios de esos conceptos tan atrasados y discriminadores. Además, parece menos complejo acallar a las hinchadas cuando los cantos refieren a insultos a un presidente, que cuando se discrimina a viva voz a colectivos de personas que son el blanco de esas palabras.
Como la violencia parece reproducirse, y son los factores que mueven a los hinchas los que después se utilizan en distintas publicidades, TyC sports llega al centro de la escena a un mes del Mundial de Rusia 2018 con algo que lejos de sorprender en contenido, no hace más que transcribir eso que es parte de lo denominado folclore del fútbol. El spot del canal de televisión comienza con un intento de confrontación hacia las políticas homofóbicas que describen al gobierno ruso, pero lejos de lograr tomar una postura inversa y reflejar los adelantos del país y la sociedad en torno a los pedidos de la comunidad LGBTIQ, terminan banalizando la cuestión con imágenes y comentarios de la voz en off desacertados. Todo lo relacionado con la comunidad en Rusia demuestra atrasos en relación a un mundo que parece en muchos casos avanzar hacia las libertades personales y las posibilidades de expresar la diversidad. Este es el punto de partida para la publicidad de TyC, que comienza dirigiéndose al presidente Vladimir Putin por su negativa ante las manifestaciones de “demostraciones de amor entre hombres”. Luego de esto, suceden una serie de enunciados que buscan estereotipar la homosexualidad que pueden ser tomados como ofensivas ya que desprenden un tono de burla. Si hay un límite, juegan a casi pasarlo en los primeros segundos del spot. Pero es cuando muestran al jugador Leandro Ponzio con un problema por hemorroides en el medio de un partido, relacionándolo con “un hombre que se rompe todo por otros hombres”, que terminan de enfatizar hacia qué lado se dirige lo que quieren comunicar.
Es por demás denigrante que en el contexto actual, parezca necesario constantemente salir a contrarrestar todas estas expresiones intolerantes que sólo parecen tirar tierra sobre los logros que intentar plantear una situación distinta. Antes de finalizar, la voz en off dice que si para Putin la homosexualidad es una enfermedad, “nosotros estamos muy enfermos”; nada de decir de manera directa que ya resulta inviable considerar la elección sexual de cada persona como un tema tabú que debe ser escondido, negado y reprimido. A modo de cierre dicen que esa enfermedad es contagiosa, terminando de deslegitimar todo lo que ese spot podría haber significado en un mundo paralelo, con un mensaje por lo menos un poco esperanzador ante tantos discursos atrasados que se producen constantemente. Como frutilla de este postre que causó tantos disgustos, utilizan simplemente el apellido del presidente ruso, Putin, para culminar. Y lamentablemente no queda más que pensar que es el último intento de chiste conservador, que nos remite a aquellas personas imposibilitadas de tener una idea que se acerque un poco a la coyuntura que existe más allá del fútbol, relacionada con la ampliación de derechos, la igualdad y la diversidad.
El fútbol es pasión, muchas veces alegría, otras no. El mundial siempre invoca a una multitud que se une, más allá de las asperezas existentes entre equipos locales, para alentar a lo que representa al país en ese deporte. Pero lo apasionado no puede seguir justificando ofensas, las rivalidades no pueden seguir legitimando que se diga cualquier cosa con tan de defender lo propio. El folclore del fútbol no puede justificar el tono intolerante que muchas veces prevalece. No es que ahora no se pueda decir nada, es que ahora hay que pensar antes de expresar algo que pueda significar atrasos ante los avances que ya se dieron y siguen vigentes. Porque si bajaron el spot hay algo claro: las que son consideradas minorías supieron explicar el por qué de sus pedidos, y ante tanta lucha no hay lugar para las manifestaciones de ideologías que oprimen.
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